Casos de dignidad y entereza política en México los ha habido, y los seguirá habiendo mientras existan políticos íntegros y congruentes a pesar de los niveles de reprobación alcanzados por la política y los representantes populares en las encuestas de opinión. Más allá de eso.
Veamos algunos ejemplos:
El principal acto de dignidad, valor y templanza iniciando el siglo XX corrió a cargo de la XXVI Legislatura del Estado de Sonora (1911-1913) cuando negó, junto con el gobernador Ignacio L. Pesqueira,—con todos los riesgos que eso implicaba— el reconocimiento como presidente de la República a Victoriano Huerta.
Durante el cuarto informe presidencial de Plutarco Elías Calles, el diputado Aurelio Manrique, de la XXVIII Legislatura, lo interpeló en varias ocasiones. Manrique esta sentido por la muerte de Obregón y lo manifestó en el informe sin mayores consecuencias.
La respuesta crítica del diputado Herminio Ahumada —yerno de José Vasconcelos y uno de los fundadores de la Universidad de Sonora— a un informe presidencial de Manuel Ávila Camacho, le desató una tormenta política que desembocó en su marginación política.
La actitud digna de los diputados Carlos Madrazo y Sacramento Joffre, cuando los desaforaron bajo acusación de que traficaban con tarjetas de indocumentados; pasaron una buena temporada en la cárcel.
La negativa de Valentín Campa y Demetrio Vallejo a pactar con el gobierno para detener las huelgas ferrocarrileras de los años cincuenta; les costó más de 10 años de cárcel
Igual el profesor Othón Salazar, con la huelga de la sección 9 del SNTE en 1958, que no pactó y pasó un tiempo en la cárcel.
La negativa de David Alfaro Siqueiros a dejar de expresar sus opiniones políticas; le costó también que lo encarcelaran en seis ocasiones.
El encarcelamiento del laureado escritor José Revueltas, por apoyar a los jóvenes del movimiento estudiantil de 1968.
La interpelación del diputado coahuilense Edmundo Gurza Villarreal, de la LI Legislatura, en el tercer (1979) informe del presidente José López Portillo. Desde Manrique, nadie se había atrevido a hacerlo.
La negativa del director del Banco de Comercio Exterior, Adrián Lajous, a firmar el decreto de expropiación de la banca decretada por el presidente José López Portillo.
La negativa de Jesús Reyes Heroles —cuando era presidente del CEN del PRI— a apoyar la candidatura de Manuel Carbonell de la Hoz,—cuando ya había recibido el apoyo de los sectores locales—, el candidato del presidente Luis Echeverría para el gobierno de Veracruz en 1974, y que le valió aquella famosa expresión: “Yo como veracruzano, no he votado por él”. Reyes Heroles fue marginado de la decisión sucesoria del presidente Echeverría, quien delegó a Fidel Velásquez dar la noticia de que el PRI postularía a José López Portillo como su candidato en 1975. Después fue enviado al Seguro Social, y “recuperado” por los presidentes López Portillo en Gobernación y Miguel de la Madrid en Educación Pública.
La decisión del dirigente panista Luis H. Álvarez durante su huelga de hambre de 41 días en Chihuahua, como protesta por los resultados electorales de la elección de 1986, cuando fue derrotado el candidato del PAN Francisco Barrio.
La interrupción del sexto informe de gobierno de Miguel De La Madrid por el recién electo senador Porfirio Muñoz Ledo. Él e Ifigenia Martínez le habían ganado a Pedro Ramírez Vásquez y Joaquín Gamboa Pascoe (PRI) las candidaturas al Senado por el Distrito Federal; los primeros en llegar por parte de la oposición al Senado de la República, junto a Cristóbal Arias y Roberto Robles Garnica, de Michoacán
Más allá de lo que se diga, en la política mexicana ha habido casos de dignidad y congruencia. No todo está perdido, como señalan algunos que les da por generalizar. Es cierto que el oportunismo y la compra de lealtades han estado al alza, pero hay todavía ejemplos en la política de una moral recia e inquebrantable en todos los partidos.
Han sido sonados los casos de Diputados federales, locales y senadores que se han vendido al mejor postor para condicionar su voto en el proceso legislativo. Quizá algunos lo hacen a cambio de dinero, otros lo hacen a cambio de promesas y empleos de un mejor futuro político al lado de sus nuevos patrones.
La señal que están enviando los 43 senadores de oposición, que han ratificado su compromiso de votar en contra de la perniciosa reforma judicial del presidente López Obrador, está enmarcada en la dignidad y congruencia tan necesarias en estos tiempos. De sostener su postura, los senadores de oposición pasarán a la historia como ejemplo de congruencia y valor para enfrentar el autoritarismo y le darán una lección a la soberbia y al triunfalismo exacerbado de quienes por ahora se sienten dueños de la historia de México.
Los han descalificado, les han dicho de todo, les han buscado expedientes penales, les han ofrecido el paraíso, todo para que le “regalen al presidente que se va” su reforma vengativa y rencorosa contra la Suprema Corte y sus ministros, a los que ha acusado de corrupción a todos los niveles y aspirando quitarlos del cargo con un proyecto que busca le elección popular de ministros y jueces.
Los ministros actuales le detuvieron al Presidente sus ocurrencias y votaron en contra de sus excesos. Eso hizo que los estigmatizara y por eso no los quiere. Hace dos años hizo un intento por alargarle el tiempo de la presidencia de la Corte a Arturo Zaldívar, vía reforma a la Ley Orgánica del Poder Judicial, algo a todas luces ilegal. No pudo.
Después el presidente guardó silencio ante las acusaciones de plagio de la tesis profesional de su ministra protegida Yazmín Esquivel, posteriormente propuso como ministra a la esposa de uno de los constructores favoritos del sexenio, y terminó improvisando con Lenia Batres, hermana de Martí Batres, jefe de Gobierno de la Ciudad de México, muy alejada del perfil profesional del derecho con que deben contar los ministros actuales.
La expectativa ahora se concentra en los 43 senadores de la oposición: 22 del PAN, 16 del PRI y 5 de Movimiento Ciudadano, y esperando que ninguno de ellos se doble a pesar de las presiones y los señalamientos.
El voto en contra de ellos, sería una señal de dignidad y decoro ante el desaseo, el triunfalismo, los excesos, la soberbia, las prisas y los deseos de venganza del Ejecutivo contra el poder Judicial. Un verdadero tanque de oxígeno para quienes han manifestado su inconformidad y para los que sido atacados, excluidos y señalados injustamente en las mañaneras.
Lo que se decida la próxima semana en la Cámara de Senadores será crucial para México: Dignidad y decoro contra avasallamiento y soberbia; la razón del derecho contra la venganza política; la racionalidad contra el capricho; y la dignidad de quienes han demandado diálogo en todo el sexenio y solo han recibido ataques, oídos sordos y descalificaciones.
Siempre habrá espíritus débiles en materia política ante la oferta de dinero y de poder; ya les pasó a los dos senadores del PRD que se doblaron ante el poder. Si los 43 Senadores ya cerraron filas para lo que viene, va a ser muy difícil dividirlos, aún con amenazas y amagos de los vendedores de ilusiones de la 4T. La suerte está echada para los 43 legisladores de la oposición. Los mexicanos esperamos lo mejor de ellos: Dignidad, Valor y Congruencia. Nada más.
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